abril 01, 2011

Carta de despedida diaria

Y el sonido del enorme reloj en la sala

prendía fuego a sus más íntimas alusiones

no hizo más que tomar esa botella casi vacia

y terminó con la última gota de alcohol,

había un silencio que enmudecía su anarquismo

pero el sonar del péndulo retumbaba por toda su casa

lo enloquecía y desesperaba,

con su mano apenas si pudo sacar un tabaco arrugado

lo prendió e inhaló,

esa noche parecía nunca terminar

esperaba con ansias el inicio del mañana

pero nunca llegaba.

Aunque su cabeza descansaba en su sillón favorito

no se sentia agusto sino abrumado y frustrado,

fue cuando ipso facto tomo la primer cuerda a la mano,

misma que ya tiempo atrás había preparado

y sin pensarlo la puso en su cuello

quería dejarse caer y terminar con su tormento

pero aun cuando la intensión más terminante acogía su garganta

recordó un detalle que impedía continuar,

detalles, siempre pensaba en los detalles

pero esa vez sólo se había dejado llevar.

Sin tener de donde anudar la cuerda, se sentó,

puso sus manos cerca de sus labios

el plan perfecto para la buscada supremacía,

que se interrumpió por su más íntima apatía,

él sabía que debió haber pensado en todo,

tal vez no quería terminar sino simplemente

tener un placebo que le recordara su anhelo,

y seguía sentado, dando vueltas a la conciencia

y entonces, fijó su mirada en el enorme reloj

ya era tarde, el día que quería acabar era ayer,

pero hoy, seguro lo volverá a intentar.


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