Y dentro de mi estado anímico
que se encuentra al borde del caos
entre la linea de la cordura
y el abismo de la locura
sales de pronto a quererte imponer,
me sonríes, me ves directo a los ojos
te tragas mi egolatrismo y después lo escupes en mi cara,
me tocas y me hundes, juegas con este pobre perdedor
y por primera vez me decido a seguirte el juego,
me haces sentir bien, me elevas, me alteras
y entonces, cuando más profundo me encuentro de ti,
tu perfume se esfuma y dejo de sentirte,
la sangre deja de llenar mi cabeza
y se hace más difícil inhalar el oxigeno.
me castra el insaciable sentir de importarte
y es cuando pienso que ya no quiero jugar más
y me canso de la preocupada retórica que empleo
con el más íntimo deseo de atraparte
y tenerte dentro de una jaula de cristal
sólo para mí y nadie más
deja que renuncie a mis sueños
pero nunca me sueltes,
quisiera sentir aunque sea por un momento
que latimos al mismo ritmo
y pretendamos que no hemos tocado
las reglas de la indiferencia
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